Corredor Cultural Regina – La Casa de la Novia

Corredor Cultural Regina – La Casa de la Novia

Hace nueve años, la calle de Regina se transformaba para dar paso a uno de los Corredores Culturales más visitados y concurridos del país. El calendario marcaba el mes de octubre de 2008 y los dos años y medio de trabajos de revitalización en la zona, se podían apreciar desde la calle de Bolívar hasta 20 de noviembre.

Sin embargo, en el siglo XVIII este tramo era conocido como “calle del Piojo”. De acuerdo con el cronista José María Marroqui, se le llamó de ese modo porque estaba compuesta por casuchas muy sucias y era una zona abandonada. En esta época, aquí eran los límites de la Ciudad de México, después de la calle de San Jerónimo y el Convento, empezaba el despoblado.

Antes de entrar en materia sobre los inmuebles que aquí se erigen o tuvieron presencia, es preciso comentar que la calle de Regina cuenta con sus propias leyendas. La más famosa se sigue contando en la vecindad del número 39, mejor conocida como La Casa de la Novia.

 

Cuenta la leyenda que en la vecindad con el número 39 de la calle de Regina, vivía una familia como cualquier otra en la Ciudad de México. Allí vivía Lucía Morales, con sus padres y su hermano menor.

Lucila conoció a un hombre que vivía en las cercanías llamado Pedro Almaraz. Él se enamoró perdidamente de ella, y le propuso matrimonio a la joven de 19 años. Sin muchos inconvenientes, aceptó la propuesta y comenzaron a realizar todos los preparativos de la boda. El compromiso nupcial se pactó para el sábado 13 de febrero de 1940.

Como lo dicta la tradición, una noche antes, los futuros esposos salieron con sus amistades a celebrar su despedida de solteros.

A Lucila se la llevaron las mujeres y le enseñaron “algunas de cosas” que debía conocer tanto en el ámbito de la casa como en la alcoba. Asimismo, Pedro es aconsejado por sus amistades para saber cómo debía comportarse en cada uno de los aspectos maritales.

La mañana siguiente, la novia salió del número 39 de la calle de Regina para dirigirse a la iglesia de Regina Coelli para casarse. La boda estaba programada para las dos de la tarde, sin embargo, faltando 15 minutos para la hora, Pedro no aparecía. Transcurrió el tiempo y el novio nunca llegó.

Triste, desolada y llena de ira, Lucila corrió de regreso a su casa y para su sorpresa suya se encontró con Pedro dormido en su cuarto. Al verlo tendido e inconsciente, tomó un cuchillo y se lo clavo en tres ocasiones.

Él sólo alcanzó a decir: Ayer me emborracharon.

Después de asesinar a Pedro, ella decidió tomar el mismo destino y se clavó el cuchillo en el pecho.

Se dice que su amor vive vagando en los corredores de la eternidad para siempre. Cuentan los vecinos de Regina que se aparece una muchacha vestida de novia con la cara muy triste y un muchacho vaga por la calle.

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