El Día de Muertos en la Colonia (Parte III)

El Día de Muertos en la Colonia (Parte III)

A consecuencia de la reticencia de los pueblos indígenas a abandonar sus tradiciones, en el periodo colonial surge un sincretismo cultural, genético y religioso, en donde vemos presentes rasgos de una y otra civilización, como lo es el Día de muertos.

El estudio “Los pueblos de habla náhuatl de la región de Tlaxcala y Puebla”, publicado en 1974 por Hugo Nutini y Barry Issac, mostraba entre otras, la siguiente conclusión:

“Una religión tipo folk, es decir, que además de satisfacer los requerimientos impuestos por el dogma católico, se caracteriza por elementos, que desde el punto de vista ritual y ceremonial, son ajenos a la ortodoxia formal. En otras palabras, la religión folk de la mayoría de las comunidades de estas regiones es marcadamente diferente del catolicismo oficial de México […] Debe enfatizarse que hay todavía muchas comunidades… donde la religión folk coexiste con complejos de creencias paganas –con sus respectivos ritos y ceremonias- a veces en forma paralela, y a veces influyéndose mutuamente. Algunas veces estas dimensiones paganas se mezclan con el catolicismo ortodoxo y forman un complejo verdaderamente sincrético, pero en la mayoría de los casos constituyen un sistema separado y paralelo al catolicismo ortodoxo, que a menudo funciona en forma sub-rosa”.

En él se analizan los usos y costumbres de 25 pueblos, y señala que existen diferencias mínimas respecto al ciclo de la vida: el velorio de un niño, por lo general va acompañado de música, baile y bebidas alcohólicas; entre los adultos son más solemnes. Se acostumbra apoyar a los familiares del muerto con limosnas.

Como ejemplo de lo anterior mencionaremos algunos ritos y/o tradiciones contemporáneos que muestran la fusión entre lo prehispánico y el cristianismo:

  • En la comunidad de San Bernardino Tlaxcalancingo, Puebla, cuando un enfermo está agonizando, la familia lo viste con un hábito de carmelita, y en su mano le ponen la vara de una rosa de Castilla, un manojo de popote y cera (vela). “El hábito se ponía para no tener frío, la vara rosa significa defensa del camino, el popote sirve para barrer en el camino las espinas, y la cera se utilizaba para presentar con el Señor”.
  • En la comunidad de Atla, Puebla, se cree que cuando un niño muere, y no ha sido bautizado, va a un lugar dónde se encuentra un árbol de cuyas hojas mana leche. La palabra Mictlán se refiere al infierno cristiano.
  • En el caso de la población en Xochimilco, -descendientes de una vieja tribu nahua que emigró de Chicomóstoc, para establecerse al sur de la ciudad de México- se puede apreciar que han dejado atrás casi todos los rasgos prehispánicos, tal vez por ser parte una gran urbe.
  • En Chalcatzingo se coloca el altar de muertos en dos mesas o camas de carrizos, sobre las que se ponen los alimentos y se adornan con sahumerios, jarros, candeleros, etcétera.
  • En la población de Cuentepec, Morelos, el 31 de octubre se coloca la ofrenda para los niños en un petate en el que se depositan alimentos y bebidas, como chocolate y café, además de encender velas, una por cada niño muerto. La ofrenda de quienes murieron asesinados se ubica en el patio, pues se considera que el difunto no tiene el perdón divino hasta pasados dos años, cuando ya se puede colocar en el interior de la casa.
  • Entre los nahuas de la Sierra Norte de Puebla, específicamente en Naupan, se han conservado ciertos conceptos que nos recuerdan a los mexicas; por ejemplo, el viaje al lugar de los muertos está lleno de peligros y hay que atravesar un río acompañado de un perro, entre otros parajes. El destino de los muertos depende de la forma en que mueren, de la misma manera que entre los mexicas se acostumbraba.
  • Entre los tzotziles para el recorrido que se hace después de la muerte, se pide la compañía de un perro negro que ayude a cruzar el río de aguas calientes: Señor, por favor, préstame el perrito negro, Padre San Pedro, Señor Padre San Martín, préstame el perrito negro, Señor Padre San Miguel, préstame un perrito negro.

En el mundo prehispánico se reservaban dos meses dedicados a los muertos. Con la llegada del calendario cristiano, se redujo a dos días.

Sin importar la región en donde se lleven a cabo estas tradiciones, el 1 y 2 de noviembre las personas se “reúnen” con aquellos que se han adelantado en el camino. La ofrenda brinda vida a la muerte, renacen los recuerdos y, una vez al año, nuestros difuntos están en casa nuevamente.

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